lunes, 8 de octubre de 2007

Fito, con nuevo traje acústico
El rosarino desgranó con su piano los temas de su disco "Rodolfo". Y tocó los clásicos de siempre.


Por Diego Jemio


Qué hermoso que exista una expresión que todavía nadie puede definir: el rock and roll", dijo Fito Páez, cuando promediaba un concierto de casi dos horas y un fan reclamaba algo más duro. La frase, quizás, es un ensayo de la relación de Fito con el género y con otros horizontes que eligió transitar

.Ante un teatro Opera casi repleto, el rosarino presentó los temas de Rodolfo, su nuevo disco. Y lo hizo tal y como fue concebido el disco: piano y voz, con los beneficios y riesgos que la apuesta implica.

En el segundo de los shows que dio, el sábado, poco después de las 21.30, apareció un Páez de traje negro y remera blanca. Sentado al piano de cola, arrancó con la -quizás- más bella canción del disco: Waltz for Marguie, una de las dos obras instrumentales -y más despojadas- del trabajo.

Así, Fito fue recorriendo diez de las doce canciones del nuevo trabajo, casi todas con letras autorreferenciales, con un excelente trabajo con el piano y con una afinación sin escrúpulos. Son conocidas, incluso, las referencias del propio Páez a su voz.

"Ya ha corrido mucha agua debajo de este puente/Me ha sobrado y me ha faltado inspiración/ Puede ser que suene muy desafinado/es que me desafina el corazón", escribió en Buena estrella (Abre), que también hizo en el teatro de calle Corrientes.

Con Coki Debernardi en guitarra y voz, llegaron Desaparecer y Delirium tremens. Y Páez comenzó a desandar algunos clásicos. Una larga introducción del piano fue insinuando la melodía de 11 y 6, una de las canciones viejas a la que mejor le sentó el nuevo traje acústico que le puso Fito.

También hizo Detrás del muro de los lamentos ("la toqué sólo dos o tres veces en vivo"), Ciudad de pobres corazones -ahí dejó el piano y se paró solo con una guitarra eléctrica, levemente distorsionada- y La rueda mágica, que marcó el final del show.

Hubo, claro está, tiempo para los bises. "Yo empecé cantando esta música. Ahí va una zamba argentina", dijo, y cantó Zamba del cielo y luego La buena estrella.Nueva despedida. El público, al que Fito le pidió al inicio que "por cuestiones de formato, sólo cante porque las palmas hacen perder el tempo", comenzó a entonar Y dale alegría a mi corazón. Sin Fito en el escenario, con abrigos al aire al mejor estilo Soledad Pastorutti, sonó esa melodía imbatible. Páez salió de nuevo y jugó el papel de un director de coro feliz, con su multitud que entonaba esa canción que ya pertenece a las hinchadas de fútbol.

Finalmente, dio lo que muchos buscaban: más clásicos. Fuera de programa, hizo A rodar la vida y un popurrí con fragmentos de Del 63, Cable a tierra, Tema de piluso, Mariposa tecnicolor y Dar es dar. "Gracias por bancarme todos estos años. Soy un delirante. No se olviden de eso", se despidió.

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